Ayer no estabas. No escuchamos las mismas canciones, ni volvimos a casa en coche, ni me acosté a tu lado, ni me quedé dormida sin darme cuenta, ni me desperté mientras tú aún dormías.
Todo empezó con uno de esos temas que nunca oímos juntos. Nueva etapa, nueva realidad. Apenas dos canciones después, una frase impertinente, “prefiero la guerra contigo al invierno sin ti”, vino para recordarme que aún existes. La gente desapareció y me quedé sola ante un escenario, una pantalla y una voz cazallera. Soles, meses de abril, calles con nombre de tristeza, princesas sepultadas por el tiempo y el espacio, medias negras, peces de ciudad, trenes que naufragan en tus días y mis noches.
El solo del pianista sustituyó los momentos compartidos a la orilla de la chimenea por un juego de consecuencias imprevistas. Y recordé que tú eres cada vez más tú y yo más yo, sin apenas rastro de aquel nosotros que construimos.
Ayer no estabas. No escuchamos las mismas canciones, ni volvimos a casa en coche, ni me acosté a tu lado, ni me quedé dormida sin darme cuenta, ni me desperté mientras tú aún dormías. ¿Cómo voy a olvidar todo tan deprisa?
miércoles, 23 de junio de 2010
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