Parecía que nunca iba a llegar, pero mi avión ya está entrando en tu cabeza. Tres meses vividos con cuentagotas, con promesas intuidas y palabras que se resistían a salir, como si dar forma a las ilusiones fuera estar un poco más cerca de la desilusión. Hoy me acuerdo de ti, de tu sonrisa abriendo mi puerta, de tus eternos cinco minutos de retraso, de esa apariencia que no encajaba con las piezas de mi puzle y poco a poco fue borrando los sueños absurdos de un idioma conocido, dándole forma a un quizás cada vez más probable. No te he vuelto a ver, pero te he visto un poco todos los días. Has dosificado tus emociones, yo casi he escondido las mías. Hemos jugado a mantener la compostura, al ‘aquí no pasa nada’, al ‘todo es normal’, a las coincidencias, a los monosílabos, al ‘status quo’. Pero los nervios juegan con las palabras de mis folios, desbaratan el orden de mi rutina, encogen las estaciones de metro y estiran los segundos de un reloj que baja sin frenos. Tengo miedo de perder, de despedirme triste en un aeropuerto que nunca he visto o en cualquier estación de extrarradio, de volver a volar llorando, de que el cuentagotas se rompa, del desastre.
De ti.
De mí.
- ¿Qué quieres de Madrid?
- Nada. Solo que vengas.
sábado, 1 de junio de 2013
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)